El Giro fue celeste, como el Eolo Kometa

“Creo que el Eolo Kometa tiene un hueco bien ganado en el corazón del aficionado italiano. Ya sabemos que al fan ciclista le gusta animar a todos los equipos, que tiene sus ciclistas favoritos, pero siendo Italia y el Giro, y nosotros un equipo italiano, nos hemos sentido muy queridos por la gente” comienza comentándonos Óscar Sánchez, responsable de comunicación y patrocinio del Eolo Kometa.

Nos lo explica días después de acabar el Giro, en casa, más relajado, tomando perspectiva sobre tres semanas que han tenido, casi cada día, un celeste en el corte bueno.

“El balance no puede ser mejor, a la etapa de Davide Bais en Campo Imperatore y sus siete días de líder de la montaña, cabe añadirle diez puestos en el top ten. Son cifras que nos dejan muy orgullosos”, afirma.

Un avituallamiento inesperado

Uno de los momentos más singulares del equipo se produjo en el Passo Valparola, uno de los puertos de la jornada más importante de la carrera. Hablamos del día en que los ciclistas ascienden las Tres Cimas de Lavaredo.

Hasta allí se adelantó el equipo de comunicación del Eolo Kometa para, junto a Gobik, propiciar una acción sorprendente en medio de la marabunta de la carrera. Una hora antes, se situaron a un kilómetro doscientos de la cima con 200 bidones y un tarjetón adjunto agradeciendo el cariño mostrado hacia el equipo durante todo el Giro, e invitándoles a abrir el bidón.

Un miembro del equipo de comunicación del Eolo Kometa porta cinco bidones en sus brazos para repartir a los aficionados.

Dentro había otros tantos maillots del Eolo Kometa, firmados por la marca española, para que la gente pudiera hacer un pasillo celeste que recibiera a los corredores una hora después.

“Las caras de gente lo decían todo. El bidón es algo icónico que todo buen aficionado al ciclismo persigue en una carrera. De hecho, estábamos con otros auxiliares de equipos, allí preparados para darles el avituallamiento a sus corredores. Lo que no se esperaban es que cada bidón llevará un maillot. El revuelo fue importante”, nos cuenta Óscar.

“Ahí había de todo. Aficionados con maillots de coleccionista y niños con una cara de ilusión difícil de olvidar. Sabíamos que con este gesto le dábamos vida al puerto y que los maillots se convertirían en un gran recuerdo a la vez que útil, pues había una gran cantidad de gente que había llegado en bicicleta hasta el lugar”, recuerda.

El Giro se volvió celeste a un kilómetro y pico de la cima del Valparola. El cariño que el Eolo Kometa se ganó en la ruta se plasmó en un acto espontáneo y memorable para muchos buenos aficionados. 200 maillots del equipo han caído en incondicionales de este deporte que llevarán con orgullo los nombres de Eolo Kometa y Gobik en sus salidas.

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