Hoy José Luis García Serrano es un triatleta paralímpico con el billete de Tokio 2020 bajo el brazo, en lo que es la culminación de un camino que tuvo curvas, peligro y trampas, y también momentos tristes, oscuros, sin luz.
Con seis años le diagnosticaron una enfermedad ocular que marcaría su vida. Muchos años después, en 2012, perdió la visión de su ojo derecho, la del izquierdo la había perdido hacía un tiempo.
Un palo, un golpe duro, al corazón, la luz apagada. “¿Qué voy a hacer sin poder ver?”, una pregunta que le consumía, él, que hasta la fecha todo lo había aprendido viendo.
“Esa es la primera sensación, con el diagnóstico en la mano te preguntas cosas que nunca pensaste que entrarían en tu vida. Sin ver es imposible seguir, me repetía. Pero me rehíce, me rodeó una familia maravillosa, empecé a ser autónomo con el bastón” rememora.
Cambió, se adaptó a una nueva realidad que por muy triste que fuera era la suya, el presente que respiraba, y el futuro que le aguardaba.
José Luis García Serrano empezó a construir la persona que es hoy desde cero, a partir de ese día, una construcción a ciegas, podríamos decir, pero plena de valores que lleva hasta el extremo en cada situación que la vida le plantea.
Tres valores para seguir en la brecha
“Te haces a la nueva vida, no hay otra forma y con el tiempo te aferras a los valores que te son útiles” explica.
¿Qué valores?
“El primero fue la amistad, forjado en la adolescencia, algo que viene de serie conmigo. Luego, una capacidad infinita de relativizar las cosas y los problemas, tras mi enfermedad todo pasó a ser muy relativo. Y por último, la paciencia”.
Este último lo cultivó tras un accidente de coche que le volvió a poner al límite.
Hoy José Luis García Serrano es el resultado de todo ello con un emblema en la proa de su vida: “Lo difícil se consigue, lo imposible se intenta”.
Esta filosofía, que podría parecer sencilla de escribir, más aún de proclamar, se trenza en el deporte.
“En 2011, asistí a un medio Iron Man en mi pueblo -Buitrago de Lozoya-. Me impresionó aquella gente, su sacrificio, sus cuerpos y sí, también sus bicicletas. Cuando me dijeron que iba a perder la vista, empecé a pensar en el triatlón como salida hacia adelante. Empecé de forma muy amateur, pero aquello se fue profesionalizando. Empecé con las tres disciplinas en 2013 y de ahí salió la persona que soy en la actualidad” nos relata con voz sugerente, amable, de esas que apetece escuchar.
Le llaman “Jota”
Los esfuerzos tuvieron recompensa, al punto que en 2018 se planteó ir a Tokio 2020, a los Juegos Paralímpicos, a competir en triatlón. Consiguió la clasificación el año pasado y está entre “los seis o siete que suenan para medalla” nos concreta.
Allí irá “Jota”, el apodo que le persigue desde la niñez: “Cuando era pequeño mis padres tenían un bar. Le pusieron el nombre de JJ, por mi hermano José y por mí. Desde entonces me llaman Jota”.
Y así “Jota” construyó su identidad en redes, estando con una beca Erasmus en Amsterdam, es fisioterapeuta, se buscó un Nick con gancho: “En Instagram soy @JotaBlindGame”.
Lecciones de vida y optimismo
Todo este acerbo lo comparte en charlas en entidades benéficas y empresas: “Creo que mi experiencia es enriquecedora, que hay muchas personas que en un momento dado necesitan dar un giro de tuerca a su vida cuando no se planteaban ciertos escenarios”.
Desde el minuto cero, Gobik fue parte de sus compañeros de ruta, un socio que viste sus momentos de carretera y running, además de los tritrajes. “Tienen esa calidad que requiere la máxima exigencia, pero también un bonito diseño” describe.
Aunque la Sierra Madrileña sea su kilómetro cero, preparará la paraolimpiada en aguas murcianas, cerca de Gobik. “Necesito aguas calientes, que es lo que se prevé en Tokio, eso te da un punto de deshidratación que conviene entrenar”.
José Luis García “Jota” sigue a lo suyo: “Una medalla sería increíble y porqué no soñar con el oro”.
En unos meses sabremos de su suerte.
Una dosis de empatía y superación
La vida de "Jota" es una historia de esas que te atrapa desde la primera línea, de saber sacar una sonrisa a los demás cuando eres tú el que más la necesita, de no tener miedo a los retos más locos y de compartir momentos con el único objetivo de formar el mejor equipo.
Su experiencia de vida es un ejemplo de inconformismo para todos y desde el equipo de Gobik nos sentimos orgullosos de poder pasar un día inolvidable con Jota, y que ya sea uno más de nuestra familia.
Textos: El Cuaderno de JoanSeguidor
Fotos: Jota Blind Game