Cuando hablamos de Tadej Pogačar surge una duda sobre si lo que estamos viendo es lo mejor, si va a ser lo definitivo o si, por cómo indica su edad, aún le queda margen de mejora. Es lo que sucede con los talentos tan precoces, que hacen cosas increíbles a edades muy tempranas, mientras dejan la puerta abierta a la imaginación y a lo que pueden acabar dando, si su progresión sigue los cauces normales.
La primera semana del Tour ha sido lo que es en gran parte por el prodigio esloveno, que ha sacado el repertorio para dominar una carrera que, a falta de doce etapas para París, tiene en la mano, pero aún no encarrilada.
Desde la crono al pavés
En el arranque del Tour, Pogačar sacó brillo al súper personalizado mono de contrarreloj en una tarde lluviosa y fresca en Copenhague. Tadej marcó uno de los mejores registros, incluso sin querer entrar a cuchillo en las curvas, sabedor de las consecuencias que podría tener una caída ya en el primer tramo del Tour.
La buena crono le situó tercero de inicio en la general, marcando un tope, pues no ha dejado nunca de estar entre los mejores desde el inicio.
Así las cosas, tras salvar dos jornadas en Dinamarca que resultaron menos fieras de lo previsto, la entrada en Francia se hizo con el susto que le propició Van Aert en Calais. En el ataque del belga, Tadej no estaba situado tan adelante como era necesario, aunque la situación no pasó a mayores porque, principalmente, el que se fue, Van Aert, no era rival para la general.
Al día siguiente, se produjo uno de esos momentos que seguro formarán parte del álbum de la vida deportiva de este corredor. En el desconcierto y peligro del pavés, con rivales quedados por caída o avería, o simplemente cortados, Pogačar cuajó una gran exhibición sobre el adoquín, como abriendo la puerta a elucubrar lo que sería de él, en estos terrenos, tan alejados de un ciclista hecho para vueltas por etapas, si un día se centrara en ellos.
No sacó mucha ventaja, pero el golpe lo dio y el susto se lo llevaron sus rivales, que por detrás iban recomponiéndose de todas las dificultades que surgían. Lo hacían sobre la marcha y a toda velocidad como si también la suerte soplara a favor del ciclista que defiende la corona.
Rey en La Super Planche des Belles Filles
Avanzada la semana, con la sensación que el sonriente campeón esloveno iba a más, llegaron esas etapas accidentadas entre Bélgica y Francia que invitaban a probarlo, aunque sólo fuera al final. Así Pogačar se impuso a ciclistas rápidos en la llegada a Longwy y de paso consiguió el amarillo, a más de dos semanas de llegar a París.
El momento del Tour, por eso, ocurrió en la cima de la Super Planche des Belles Filles. Tras una excelente labor de equipo, que mantuvo controlado el pelotón, Majka hizo la aproximación para que, en el tramo final, sobre tierra, Pogačar fuera a por la etapa. No fue nada sencillo, además de que el fugado Kämna exigió lo suyo para ser cazado, quedaba el mano a mano con Jonas Vingegaard.
Fue un duelo muy duro e igualado que obligó a lo mejor a Tadej, el mismo día que presentaba su propuesta para la lucha contra el cáncer.
Este fin de semana, ya en la puerta de los Alpes, Pogačar ha tirado de equipo para quitar las ganas a los rivales de probar el asalto a su, por el momento, claro liderato.
Con un paso alpino de tres jornadas como gran atractivo, el Tour aborda una segunda semana en la que el cartel de aspirantes puede quedar muy reducido. Pogačar lidera con claridad, pero su gran rival, Vingegaard está muy fuerte. El camino hacia el tercer Tour presenta aún muchas dificultades.